Comer por comer

El alimento es una necesidad básica (es necesario para sobrevivir), y en nuestra cultura, lo relacionamos desde pequeños con premio o castigo; por ejemplo, las mamás que dejan sin postre a su hijo que no quieren comer o hacer alguna actividad.

Lo relacionan con el amor: te preparé esta comida porque te quiero mucho, o si no te lo comes quiere decir que no me quieres, etcétera. En cada familia se puede vivir de manera diferente, pero con un enfoque parecido.

Cristy Cortinas señala que en las fiestas es común encontrar comida ya que esto lo asociamos con abundancia.

En otro contexto, es notoria la relación emociones-comida, ya que en momentos de inestabilidad emocional somos más propensos a consumir más alimento. Una persona deprimida puede aumentar la ingesta de los alimentos.

La especialista señala que la ansiedad es una reacción emocional de intranquilidad, de angustia o nerviosismo, cada persona la puede expresar de diferente manera, por lo general, es una preocupación por un evento futuro que la persona lo está viviendo como amenazante.

Algunas personas con ansiedad suelen comer compulsivamente, ya que de inicio suspende la emoción y empieza el proceso digestivo.

Al tener una ingesta de alimentos, produce cierto placer o bienestar, pero al ser momentáneo, no es suficiente y se repite la acción; así sucesivamente hasta que reaccionamos y suspendemos la acción, pero muchas veces esto pasa hasta después de que comimos en exceso.

En septiembre encontraremos mucha comida típica: pozole, tostadas, gorditas, tamales, tacos, etcétera, que pueden deleitar nuestros paladares, pero que en exceso, conocido como atracón de comida, puede llevarnos a problemas digestivos.

Y en cuanto a los emocionales, las personas pueden sentirse angustiadas y con sentimientos de culpa.