Conmociones: una "epidemia invisible"

"Epidemia invisible" en el seno de los deportes de contacto, con el rugby a la cabeza, las conmociones cerebrales requieren de un tratamiento muy particular, aunque los estudios científicos no terminan de definir sus efectos a largo plazo.

Hace poco más de una semana, entre los focos y los flashes, y en medio de un ruido ensordecedor del estadio, el capitán del XV de Inglaterra Dylan Hartley levantaba el trofeo que acreditaba a su equipo como campeón del Torneo de las Seis Naciones. El problema es que Hartley no recuerda nada de eso.

"Es casi como su hubiera estado borracho toda la noche", explica. Aquella tarde, a unos minutos del final del partido ante el XV de Francia, el hooker inglés tuvo que abandonar el terreno de juego en camilla tras quedar inconsciente por un golpe con la rodilla del pilar de los Bleus Uini Atonio.

Una escena que no por rutinaria en el rugby deja de tener consecuencias. Desde hace algunos años, bajo la estela del fútbol americano, los trabajos científicos sobre conmociones cerebrales se han multiplicado, ya que se les atribuye responsabilidad en posteriores enfermedades neurodegenerativas.

Poco a poco se está trazando el perfil de este "fenómeno conmocional". Diversos estudios franceses han aparecido las últimas semanas sobre el asunto.

- Mujeres y jóvenes más afectados -
Uno de ellos, dirigido por Jean-François Chermann, y publicado en el Periódico de Traumatología en el deporte, estudia a 211 deportistas de alto nivel afectados por conmociones cerebrales entre 2009 y 2014, entre ellos 166 jugadores y jugadoras de rugby.

"Nos dimos cuenta de que el síndrome postconmocional tenía una duración mayor en las mujeres y en los jóvenes", explica a la AFP el profesor Chermann. Ese síndrome se manifiesta principalmente por dolores de cabeza (80,6% de los casos), pero puede tomar también la forma de problemas cognitivos (54% de los casos), problemas de equilibrio (27,5%), o de irritabilidad (24,2%).

Las mujeres pudieron retomar su actividad deportiva tras poco más de un mes de media, contra los 22,6 días de los hombres. Mientras que los menores de 21 años debieron esperar una media de 29,9 días para el regreso a la competición, contra los 20,9 días de media para los de más edad.

"¿Hay factores hormonales', ¿es cuestión de la madurez del cerebro? Nadie es capaz por el momento de responder de forma concreta", señala Jean-François Chermann, quien aconseja consultar lo antes posible ante cualquier sospecha de conmoción cerebral.

Chermann se centró también en el judo en su estudio sobre las conmociones.

Si los daños provocados por esta técnica de combate son a menudo benignos, la presencia del fenómeno resulta sorprendente: el 27% por de los 75 judokas de alto nivel estudiados afirman haberla padecido en alguna ocasión.

- Daños a largo plazo -
A finales del 2015, la Federación Francesa de Rugby y la liga Nacional de rugby (LNR) publicaron un estudio sobre una muestra de 239 jugadores de rugby entre 44 y 65 años que ya se habían retirado, comparándolos con 138 deportistas de alto nivel en otras disciplinas que también estaban inactivos.

"Fue un trabajo pesado, hubo que zambullirse en archivos durante cerca de tres años, encontrar a los antiguos jugadores", detalla Bernard Dusfour, presidente de la Comisión médica de la liga francesa de rugby. "Nuestro criterio fue haber disputado al menos unos octavos de final del campeonato", entre 1985 y 1990, precisa.

El estudio destapó una gran tasa de problemas de depresión entre los exjugadores, en correlación al número de conmociones cerebrales sufridas. Y de igual modo ocurre con los problemas cognitivos.

"Es difícil de afirmar científicamente, aunque lo intuimos, que el rugby tal y como se juega hoy provoca secuelas a largo plazo", admite.

"Pero como lo que buscamos son patologías, largas, crónicas, llevará tiempo obtener conclusiones", anuncia.

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